Llega un momento en que uno debe visitar Perú. Se ha convertido en un ítem omnipresente en las listas de sueños de la mayoría de la gente. «Perú me ha cambiado la vida» no deja de oírse en las sobremesas. Claro, la frase suele provenir de los entendidos en senderismo o museos (o ambos), no de pescadores frecuentes. Cuando se trata de conversaciones sobre pesca, lugares como Argentina, Nueva Zelanda y, por supuesto, Wyoming aparecen con regularidad. Pero ojo, que los Andes peruanos son, inesperadamente, un lugar espléndido para practicar este paciente deporte.
De entrada, el Valle Sagrado de los Incas no es sólo un paraíso arqueológico, sino un lugar de bucólicos y remotos paisajes flanqueados por la Cordillera de los Andes, la mayor y más alta cadena montañosa fuera del Himalaya. Y así, una miríada de montañas nevadas y glaciares trabajan en conjunto para abastecernos (a nosotros, pescadores) con una colección sobresaliente e inédita de lagos y afluentes. Tal vez ahora, después de darte cuenta de ello, tú, aficionado a la pesca, también puedas abrazar plenamente la idea de ir a Perú.
La diversión está en la variedad, pero también en la proximidad. La mayoría de los mejores puntos de pesca están a poca distancia entre sí y aproximadamente a una hora de Cusco en coche. Así que incluso si tu grupo decide, por enésima vez, hacer un city tour por la antigua capital inca, podrías renunciar a ello y programar una escapada rápida para una muy necesaria pesca con mosca (almuerzo incluido).
Un día de pesca con mosca no tan usual
Te recogemos a las 7:00 am (en caso de que «nosotros» no estuviera claro, «nosotros» somos operadores de viajes de lujo) de tu hotel en Cusco. Luego, partimos hacia Chumpe, un caserío anidado en las verdes colinas del Valle Sagrado. El trayecto es una hora y media espléndidamente desperdiciada contemplando el terreno andino.
Una vez allí, en Chumpe, nos reunimos con la población local para comunicarles que vamos a pescar. ¿Por qué? Pues porque actúan como una especie de protectores del territorio que han habitado por generaciones. Se aseguran que nadie perturbe las aguas prístinas de la laguna de Pachar. O, como los ancianos la llaman, Pacharcocha —»cocha» significa «cuerpo de agua» en quechua, la lengua nativa de los incas—.
Esta laguna cuenta con una robusta población de truchas arco iris. Este pez está equipado para habitar las frías aguas que descienden de los nevados antes mencionados. Hay truchas de hasta 1 kilo en la laguna de cinco hectáreas. Muchas de ellas merodean por las zanjas llenas de algas cerca de la orilla. Así que ponerse unos vadeadores podría ser útil en ausencia de un bote.
Aunque estamos aquí para pescar y no para pintar paisajes, es imposible no dejarse impresionar por las montañas que emergen desde la orilla. El cielo tiene ese azul libre de smog que sólo se encuentra en lugares remotos y las aguas serenas lo reflejan todo.
En la embarcación, comienza el lanzamiento (pero antes de que algunos nos echen una mirada furiosa —o peor aún, levanten un dedo profano— sepan que toda la pesca que realizamos es de captura y liberación). Una caña de 5 o 6 con una ninfa o un streamer funciona perfectamente. Hay una gran cantidad de truchas. Sólo tienes que soltar el anzuelo, disfrutar de las vistas y no dudes en tomarte una cerveza (o dos). Para que sepan, la cerveza cusqueña es el orgullo de los lugareños; incluso han creado una atractiva versión a base de quinua.
En los últimos años se ha hablado mucho de la comida peruana, y con toda razón. Aunque un almuerzo en medio de la nada suele consistir en algún tipo de comestible enlatado, nosotros solemos organizar un picnic con platos de verdad, sí, de verdad, cocinados por verdaderos chefs. En cuanto a las bebidas, además de la cerveza local, el pisco (el licor insignia de Perú) tiene que estar en el menú. Algunos lo comparan con la grapa, ambos brandies fuertes.
Con el sol que ya no brilla sobre nuestras cabezas, el fin del día de pesca se anuncia solo. A las 4 de la tarde, regresamos a Cusco con el souvenir perfecto: la alegría de haber pescado en los Andes de Perú.
La pesca recreativa es un oficio naciente en Perú impulsado por un puñado de fervientes aficionados. Conocerlos, apoyar su negocio y a las comunidades nativas a las que, a su vez, emplean y con las que trabajan, es lo que hace que esto no se sienta tan, uhm, trivial y turístico. Existe un vínculo fraternal entre los pescadores de Perú, algo agradable de tener mientras se pesca a kilómetros de distancia.
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