Cuando necesito romper con la rutina y escaparme de la ciudad, el primer cómplice que se me viene a la mente es el explorador peruano Piero Vellutino. Juntos, hemos remado uno de los cañones más profundos del mundo, hemos pedaleado sobre los 4 mil msnm y rodeados de nevados, celebrado interminables fiestas patronales y cabalgado por horas cruzando ríos y descubriendo cataratas.
Los mejores viajes que he hecho se los debo a él, y estoy segura que con el paso de los años, nuestra lista de aventuras seguirá creciendo. Piero forma parte de una familia arequipeña, una suerte de tribu pionera del turismo de aventura en el Perú, y ha trabajado como guía en África, América, Europa y Asia logrando acumular más de veinte años de experiencia profesional.
Hace diez, fundó Terra Explorer Perú, que hoy se ha consolidado como una de las mejores agencias de turismo de aventura de lujo en el país.
Cuando me enteré que estaba organizando un viaje en canotaje en el río Apurímac, conseguí pasajes a Cusco el mismo día y con suerte agarré el último cupo de la expedición.
Dicen que los mejores viajes son los que no se planean y esta experiencia no fue una excepción. El río Apurímac es uno de esos tesoros bien guardados del Perú, que todos los amantes de la actividad física al aire libre y el contacto con la naturaleza deberían remar alguna vez en la vida.
La palabra Apurímac proviene del idioma quechua y significa «señor que habla». Según el Inca Garcilaso de la Vega, el río Apurímac también fue llamado Capac Mayu, que quiere decir «Río Principal», a fin de resaltar su importancia sobre el resto de torrentes.
El español Pedro Pizarro nos ayuda a entender el lugar que ocupaba este río en la cosmovisión andina, afirmando en sus crónicas la existencia de un templo y oráculo, cercanos a este afluente, que fueron removidos durante la conquista.
La sección que se navega comercialmente se encuentra en el límite entre Cusco y Apurímac. Sin embargo, este río nace en Arequipa, en el deshielo del nevado Mismi (5597 metros sobre el nivel del mar), y fluye de sur a norte hasta verter sus aguas en el Amazonas, el río más largo y caudaloso del planeta.
Según Piero, se pueden hacer dos tipos de expediciones de canotaje completamente distintas al río Apurímac. Una opción es hacer un viaje familiar en la sección más tranquila, conocida como el «cañón negro».
La otra es en la que yo me embarqué: una aventura para adultos con divertidos rápidos que requieren un equipo de profesionales certificados, como el de Terra Explorer Perú.
Si bien le tengo mucho respeto a los deportes extremos, desde chica aprendí que la aventura es una experiencia esencial que nos permite disfrutar el tiempo presente y nos llena de vida.
Tuve la suerte de crecer con un papá aventurero que me enseñó a navegar, surfear y pescar, etc. Siempre apoyó incondicionalmente mis propias aventuras al aire libre. Como ésta.
Partimos muy temprano desde Cusco en dirección sur-oeste hacia el puente Huallpachaca para almorzar a orillas del imponente río Apurímac; mientras los guías se encargaban de alistar el equipo. Luego de una charla de seguridad, tomamos posiciones en la balsa e iniciamos nuestro primer día de canotaje.
Desde que empecé a remar, me di cuenta de que el éxito de este tipo de expediciones depende del trabajo en equipo. Tenía que estar atenta a los comandos de navegación del guía y además reaccionar de forma coordinada con el resto de pasajeros.
Eso hizo que rápidamente desarrollemos una relación de confianza y pasemos de no hablar mucho en el camino de ida al río, a abrazarnos y gritar de adrenalina cuando coronamos invictos un buen rápido clase III o IV.
Me sorprendió la habilidad de los guías para leer el río y escoger cuidadosamente sus líneas. Antes de remar cada sección, nos anticipaban el nombre y la historia del rápido y coordinaban con el equipo de carga y los kayakistas de seguridad los movimientos y técnicas de navegación que emplearíamos.
Para pasajeros como yo, con poca experiencia en el río, pero muchas ganas de explorar, fue muy importante confirmar que se prioriza la seguridad y bienestar del grupo. Incluso llegamos a evitar algunos tramos por precaución.
Al cese de la temporada de lluvias, el nivel de agua disminuye alterando algunas secciones del río que se vuelven casi innavegables. En estos casos, los pasajeros recorríamos el trayecto a pie, mientras los guías nos ofrecían un espectáculo de maniobras al descender por aguas blancas en movimiento.
Esta experiencia haciendo caminatas a orillas del río fue increíble. Por momentos, nos teníamos que abrir paso entre vegetación tupida, donde era normal encontrar huellas de mamíferos silvestres; o caminábamos entre bosques de piedras gigantescas, pulidas por el viento, con formas que parecían de otro planeta.
Desde la balsa la vista era aún más privilegiada. Siendo Perú uno de los países con mayor biodiversidad del mundo, quizás el mejor consejo que me dieron fue que aprovechara las secciones planas del río para levantar la mirada y admirar el paisaje.
Suena obvio, pero el trayecto es a veces intenso y fácilmente puedes pasar kilómetros remando sin descubrir la hermosa naturaleza que te rodea. Gracias a esos momentos de descanso y observación, dirigidos por los guías, pude identificar quince de cientos de especies de aves que habitan en el valle.
Mis favoritas fueron las siguientes: el pato de los torrentes, el cacique de lomo amarillo, el cormorán y el imponente cóndor andino que anida en el cañón. Si tienes suerte, incluso puedes llegar a ver nutrias, nadando cerca de tu balsa.
Después de pasar un día completo en constante actividad, las noticias de aproximación al área de campamento eran recibidas como una gran recompensa. Las playas de río tienen pocas cosas que envidiarle a las de la costa. Son refugios vírgenes de arena blanca y agua cristalina protegidos del viento por gigantescos acantilados de piedra.
Nuestros planes en tierra firme empezaban alrededor de una fogata, disfrutando la tarde con piqueos y un happy hour bien merecido. De noche, los campamentos se transformaban en hoteles de un millón de estrellas, convenciendo a algunos de dormir fuera de las carpas.
Mi experiencia culinaria en el viaje cambió por completo el concepto que tenía de la comida en campamentos a la intemperie.
El cañón del río Apurímac es verdaderamente un santuario natural que te permite momentos de conexión auténtica contigo mismo y te enseña a dimensionar la importancia que le debemos dar a las cosas.
No es tan difícil romper con la rutina si nos atrevemos a tomar las oportunidades que se nos presentan para hacer algo nuevo y recargarnos de buena energía. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez?
¿Ahora que conoces sobre el río Apurímac, te animas a vivir una increíble aventura en este destino? En Terra Explorer contamos con diversos itinerarios para ti, ponte en contacto con nosotros y te ayudaremos a diseñar el viaje de tus sueños!
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