Salkantay: la cima del cielo

Terra Explorer
diciembre 16, 2020

La primera vez que la kayakista Diana Samardzich supo algo sobre la caminata a Salkantay, fue en un ranking de National Geographic que la reconocía entre las mejores del mundo. Años después tuvo la oportunidad de apreciar este nevado desde la carretera, camino a la ciudad de Cusco. Le impresionó su imponencia sobre el resto de montañas y sintió unas ganas inevitables de acercarse.

A pesar de que había practicado deportes de aventura durante mucho tiempo (además de ser kayakista, ha competido en ciclismo de montaña y practicado escalada y surf), hasta entonces no había hecho una caminata de varios días sobre una cadena montañosa. La oportunidad llegó gracias al explorador Piero Vellutino, fundador de Terra Explorer, quién la invitó a hacer una ruta alternativa que ofrece a los aventureros una experiencia de viaje única al Salkantay. Esta es la crónica de su aventura.

Una nueva perspectiva

Ubicado en la cordillera Vilcabamba en el departamento del Cusco, el nevado Salkantay se eleva a 6,271 msnm. Su nombre proviene del quechua y es una contracción de Salqa que significa “salvaje” y Antay que significa “producir aludes”. Es una montaña que ocupa un lugar importante en la cosmovisión andina y se le reconoce como Apu, que quiere decir “señor(a)” y se asocia a una divinidad.

Nuestro plan implicaba seis días de caminata en altura expuestos a temperaturas bajo cero, por lo que mis primeros pasos fueron prepararme físicamente con entrenamiento cardiovascular y adquirir la ropa y equipamiento adecuado de montaña. Cuando llegó el día, salimos de madrugada desde la ciudad de Cusco en dirección noroeste hacia Soraypampa, punto de partida del trek.

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A unos 4,000 msnm iniciamos la caminata a paso lento pero seguro, sobre un sendero que sigue un riachuelo de agua glacial y acompañados de huallatas, unas aves andinas. Luego de una breve parada para almorzar, nos desviamos de la ruta clásica para abrir camino a nuestra propia aventura. Nos tomó cinco horas llegar al primer campamento, una pampa conocida como lchupata que se extiende bajo la custodia del imponente nevado Salkantay.

Nunca me había conmovido tanto una montaña. No sé cuánto tiempo pasé en absoluto silencio y admiración, pero entendí desde nuestro primer encuentro por qué es sagrada en la cultura local.

Al segundo día partimos mentalizados a hacer el primer paso sobre los 5,000 msnm y un cóndor nos sorprendió a mitad del ascenso con un vuelo pausado y majestuoso. Más adelante la ruta nos reveló la laguna de Salkantaycocha, un reservorio natural de agua turquesa que descansa en las faldas del nevado.

Llegamos al punto más alto del trek y la vida parecía un sueño entre la altura, la nieve y las apachetas de caminantes que alguna vez rindieron tributo a estas montañas. Cada paso con poco aliento valía la pena mientras reconocíamos el lujo de estar completamente aislados en paisajes naturales que solo mejoraban conforme avanzábamos.

Recorrimos algunos tramos intactos del camino inca y llegamos a pasar una noche estrellada en Tocto frente a una nueva vista del Salkantay, la cara este del nevado que se deja ver por completo solo a quienes se aventuran montaña adentro en esta caminata.

Como un regalo del cielo, uno de los cuatro pasos que hicimos, al tercer día, nos tocó nevando y tuvimos el privilegio de ver los Andes pintarse rápidamente de blanco. Es muy satisfactorio cruzar la cordillera y conquistar los puntos más altos de la caminata, ya que te permiten descubrir nuevos valles y despedir con orgullo largos tramos esforzados. Ya a mitad de nuestro viaje empecé a agarrarle el gusto a caminar por horas y estar en una suerte de estado meditativo constante.

El paisaje cambió mucho durante los últimos días, pues la ruta empieza a descender hasta llegar a Chilca en el Valle Sagrado, punto final de nuestro trek. Caminamos por un sendero en zigzag hasta la hermosa laguna Ancashcocha, para luego perdernos dentro de un cañón en el que cruzamos numerosas veces el río sobre pequeños puentes de madera con vegetación tupida y una vista inigualable al nevado Verónica.

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Es necesario recalcar la importancia de elegir un buen operador para realizar una excursión de esta envergadura. En nuestro caso, la agencia se encargó de forma profesional de toda la compleja logística que requiere este tipo de caminata en lugares remotos con un equipo de expertos porteadores, cocineros, mozos y guías.

Algunos de los detalles que más apreciamos fueron las bolsas de agua caliente que encontrábamos en nuestras carpas cada noche para dormir abrigados, así como el room service con café local pasado por las mañanas, los comedores con sistema de calefacción y las pequeñas loncheras que nos daban el toque extra de energía sobre la marcha.

Esta experiencia nos da la oportunidad de salir momentáneamente de nuestra zona de confort para descubrir Perú de forma privilegiada. Todos los que reconocemos el placer y la importancia de viajar deberíamos darnos el tiempo de hacer la ruta alternativa al Salkantay.

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